domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Que es la TECNOCIENCIA?

La tecnociencia es una forma de practicar la ciencia y la tecnología que surge en los años 80 en EEUU y desde allí se extiende a otros países.
La tecnociencia presenta algunos rasgos que la particularizan y la diferencian de la ciencia y la tecnología convencionales:
  • La investigación se organiza y el conocimiento se gestiona en redes, corporaciones, empresas, orientadas a la productividad y estimuladas con políticas públicas o privadas.
  • En los procesos de investigación tecnocientíficos participan múltiples agentes: se conforman grandes equipos, conectados entre si por redes de investigación: científicos, ingenieros, técnicos, políticos, empresarios, gestores de organismos, etc.
  • El conocimiento que produce la tecnociencia no tiene una finalidad en si mismo, sino un valor como medio o un valor instrumental; es conocimiento paa la realización de objetivos predeterminados.
  • En la nueva “sociedad del conocimiento” la tecnociencia es una fuente de poder y de riquezas; es un “activo” estratégico para los estados, para las empresas, para las organizaciones que lo desarrollan.
  • La INFORMATICA y las TIC en general son las herramientas basicas para el desarrollo de la tecnociencia.
Tecnolatría y tecnofobia: dos visiones complementarias de la ciencia y la tecnología
Ubicado en este contexto el problema de la ciencia y la tecnología, como fuerzas productivas se desprenden dos formas predominantes de visualizarlas: la tecnolatría y la tecnofobia. Para la primera visión, abrumadoramente predominante, la ciencia y la tecnología todo lo pueden, nada se debe anteponer en su camino.
Mediante su utilización se solucionarán todos los problemas del mundo y de la sociedad. En esta perspectiva, se concibe un modelo de hombre y de sociedad que se corresponde exactamente con el capitalismo actual, sobre todo en su versión norteamericana: rodeado de instrumentos técnicos; derrochador de energía; despilfarrador de bienes de consumo; contaminante, al producir desechos en gran volumen, lo que es facilitado por la sofisticación tecnológica; con una visión arrogante del hombre y de la sociedad, cuyo valor depende de los medios tecnológicos que posea (es más exitoso aquel que tenga un mejor carro, computador, teléfono portátil, etc.).
En esta visión no existen problemas humanos ni sociales, lo que hay son carencias tecnológicas. Por lo tanto para solucionarlas sólo se requiere más y mejor tecnología. Las sociedades y los hombres sólo se diferencian en la cantidad y calidad de dispositivos técnicos que posean o a los que tengan acceso. Para los tecnolatras, la ciencia y la tecnología en sí mismas son una fuerza positiva, que conduce a un paraíso artificial en la tierra, en el que todos podemos disfrutar de los productos científicos y tecnológicos sin mayores problemas. El uso de ambos es sólo una cuestión de voluntad, y no de poder ni de diferencias de clase, y el atraso y la modernidad se expresan en la manera como los hombres y sociedades se relacionan con la ciencia y la tecnología. Para los tecnolatras no hay espacio para la crítica, pues la ciencia y la tecnología son omnipotentes, como una especie de fuerza celestial libre de cualquier problema y contradicción.
Esta visión optimista, unilateral y falsa sobre la ciencia y la tecnología - propia, además, de la tecnocracia que hoy gobierna al mundo -, así como la realidad contradictora de los resultados del desarrollo científico (expresados en destrucción del medio ambiente, contaminación, nuevas enfermedades, permanencia de la opresión y la explotación de grandes porciones de la especie humana), han posibilitado la aparición de la tecnofobia, una visión opuesta a la tecnolatría. Es esta última la que ha permitido su emergencia, pues la tecnofobia surge como un rechazo a las consecuencias negativas de la ciencia y la tecnología (¿acaso la bomba atómica no esta ahí para demostrar las consecuencias sombrías del desarrollo incontrolado de ciencia y tecnología?).
Pero la tecnofobia tiene las mismas limitaciones que la tecnolatría, puesto que no se ocupa de analizar los intereses sociales que están en la base de los inventos y descubrimientos, y tampoco considera a las mediaciones tecnológicas como resultado de esos intereses. Para los tecnofobos existe un rechazo visceral a la ciencia y a la tecnología en sí mismas, a su empleo y difusión, no comprendiendo su carácter contradictorio, lleno de potencialidades, sin señalar tampoco que antes que concentrarse en ellas mismas es necesario ocuparse de analizar las condiciones sociales en las que se producen. Ahora bien, es explicable -mas no justificable- la tecnofobia, en virtud del impacto negativo de las nuevas tecnologías de manera inmediata sobre el mundo actual, que ha llevado a muchas personas a considerar que ambas en lo esencial son destructivas antes que constructivas. Los tecnofobos quieren mostrar que es posible otro modo de vivir sin el culto alienante y desaforado por la ciencia y la tecnología, y por eso reivindican una vida austera, sin instrumentos ni mediaciones tecnológicas, lo que desde luego es imposible como forma general de vida de las sociedades humanas actuales y sólo queda como una experiencia marginal.

Una visión humanista de la ciencia y la tecnología
Entre estas dos perspectivas opuestas, es necesario construir una visión diferente, que no sea ni tecnolatra ni tecnofoba, pero que tampoco sea una mezcla de las dos, sino que tome distancia crítica frente a ellas y frente a la ciencia y a la tecnología.
La visión humanista de la tecnología y la ciencia debe partir de reconocer su importancia no sólo en el funcionamiento del mundo actual sino como elementos indispensables para reconstruir un proyecto de sociedad emancipada. Que sea productiva-destructiva quiere decir que al mismo tiempo que se ha convertido en un elemento vital en el funcionamiento de la sociedad capitalista, indispensable en el movimiento productivo del sistema, tiene implícita en sí misma una inmensa capacidad de destrucción de seres humanos, cultura y naturaleza.
Y este carácter productivo-destructivo es aplicable a la ciencia y la tecnología en su conjunto. Reconocer estas contradicciones es un avance, pues rompe con las visiones optimistas de la tecnolatría y pesimistas de la tecnofobia, para situar el problema en las dimensiones complejas de múltiples y opuestos intereses sociales y humanos que entran en juego en la ciencia y la tecnología.
El señalar los contradictorios efectos sociales y ambientales de la ciencia y la tecnología no significa, ni mucho menos, rechazarlas de plano, sino enfatizar que son producto de intereses sociales diversos y que ellas mismas se constituyen en fuerzas sociales, que no se pueden entender desligadas de los grupos humanos que las controlan. Adelantar este tipo de crítica es indispensable para la sociedad, para la ciencia y la tecnología como formas de conocimiento y para los científicos y tecnólogos. Cada sociedad debería estar en capacidad de conocer con anticipación, y a partir de dicho conocimiento tomar decisiones, sobre los verdaderos alcances de una determinada investigación o aplicación científica y tecnológica. Pero lo normal es que eso se deje de manera exclusiva en manos de los investigadores, bajo el supuesto de que ellos son los únicos capacitados para determinar cuales son los alcances de sus investigaciones. Este es un presupuesto dudoso, no sólo porque la práctica lo invalida a diario, sino porque detrás de investigadores y científicos están los intereses mercantiles y comerciales de empresas, y a veces los propios investigadores son empleados a sueldo de esas empresas o ellos mismos son empresarios, interesados en vender sus mercancías, aunque éstas se encuentren etiquetadas de manera rimbombante con el rótulo de "productos científicos".
Nadie puede decir con exactitud que pasara en los seres humanos, los animales y los ecosistemas en general con la alteración genética de una determinada variedad de maíz o de tabaco. Pero también es indispensable la intervención social en la ciencia y la tecnología para romper con las falsas expectativas que generan determinadas innovaciones -exaltadas de manera vulgar por los medios de comunicación-, las cuales suelen presentarse como la panacea que solucionara todos los problemas en un determinado campo de la vida humana. Solo unos cuantos privilegiados tendrán acceso a las espectaculares innovaciones medicas que se anuncian a diario, porque esos sectores son los que tienen capital y son poderosos. En segundo lugar, para la ciencia y la tecnología también es indispensable reconocer el carácter contradictorio de sus productos e investigaciones si quieren romper con esa visión cándida y romántica que asegura que son fuerzas neutras, despojadas de cualquier contaminación externa que impida su funcionamiento armonioso. La ciencia y la tecnología, como productos humanos, se inscriben necesariamente en una sociedad determinada y son atravesadas por los contradictorios intereses sociales existentes. 

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